Un día común, me invitaron a una clase de Reiki, sin sospechar que ese encuentro transformaría mi vida de manera irreversible.

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Descubrí que mi padecimiento renal, que era sumamente grave, tenía una raíz familiar, lo cual me sorprendió al darme cuenta de que había surgido durante una crisis que afectaba ese aspecto de mi vida.

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Durante esa clase, experimenté una iniciación en Reiki que sentí como un reinicio total. Fue como si un rayo hubiera golpeado mi cabeza de repente y todo lo que estaba desorganizado dentro de mí volviera a su lugar.

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Desde ese momento, percibí un cambio radical en mí. Esperaba que el dolor de espalda, con el que había aprendido a convivir, regresara, pero nunca lo hizo. Tampoco necesité operarme de la pierna, y mi memoria no solo se recuperó, sino que se agudizó por completo, y los problemas de presión arterial desaparecieron para siempre.

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Cuando llegué al tercer nivel de Reiki, mi vida ya había experimentado una transformación tan profunda que las personas empezaron a pedirme ayuda. Me vi compelido a compartir mis experiencias y conocimientos para que otros también pudieran sanar de forma natural.

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Comencé con mis primeros diez alumnos, y hasta el día de hoy he tenido el privilegio de guiar a más de cien personas en su camino hacia la sanación.

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Para mí, la mayor satisfacción reside en observar cómo sus vidas se transforman por completo. Ver cómo la energía los lleva y los convierte en versiones mejoradas de sí mismos es una experiencia profundamente gratificante.